Noemi BERGANTIÑOS FRANCO
Las alarmas sobre la apatía, el descontento o la desconfianza de la ciudadanía respecto de la política, sus instituciones y agentes forman parte ya de la actual crónica social y política. Paralelamente, venimos observando como buena parte de la geografía mundial se ve inundada por iniciativas que ponen en cuestión el funcionamiento de la democracia y que tratan de avanzar alternativas para la profundización democrática. Son iniciativas sociales e institucionales en las que la participación de la ciudadanía se torna eje principal de la reivindicación de una democracia de calidad, fiel a sus principios políticos.
Habituados/as a creer que estas primeras actitudes conducen inequívocamente a la pasividad e indiferencia de quienes las manifiestan, cabe preguntarse hasta qué punto éstas resultan compatibles con la búsqueda de nuevas alternativas democráticas que dibuja el actual escenario socio-político. Es decir, ¿hasta qué punto estas actitudes se convierten en un impedimento para la profundización democrática?, ¿es realmente la desconfianza política un problema para la democracia?
Efectivamente, las encuestas indican que la desconfianza política es uno de los principales sentimientos que la ciudadanía señala para referirse a la política. Esta circunstancia ha llevado a muchos autores a identificar esta desconfianza como una señal de las dudas que pueda generar entre la ciudadanía la propia democracia. Así, se preguntan si nos encontramos ante una pérdida del sentido democrático ciudadano, y si realmente existe un suficiente apoyo a la democracia que sustente las bases de la misma.
En este sentido, conviene aclarar que la desconfianza política es una respuesta colectiva que los y las ciudadanas vierten en forma de actitudes y prácticas de disconformidad, insatisfacción, lejanía, rechazo o descontento, bien hacia el propio sistema político o bien hacia su funcionamiento. En la actualidad, esta cuestión de la desconfianza política se relaciona principalmente con esta segunda interpretación; es decir, la desconfianza se dirige principalmente a cuestionar el funcionamiento de la democracia, y no tanto el propio sistema democrático que, tal y como revelan las encuestas, es señalado por la ciudadanía como la mejor de las formas políticas.
Así, y en contraposición a lo señalado por quienes temen por la salud del apoyo ciudadano a la democracia, hay quien defiende que en realidad nos encontramos ante la expresión de una desconfianza política de tipo democrático. Se trata de una desconfianza que precisamente muestra su lealtad con la democracia y afirma reiteradamente su objetivo de velar para que la democracia sea fiel a sus principios y se mantenga y preserve su exigencia de servicio al bien común.
“La desconfianza se dirige principalmente a cuestionar el funcionamiento de la democracia, y no tanto el propio sistema democrático”.
Foto: CC BY - Josep Casas
Desde este punto de vista, podemos afirmar que más allá de esa visión pesimista sobre la desconfianza y otras actitudes, existe una desconfianza política creativa que activa ciertas potencialidades democráticas que permiten articular la resistencia y desafiar aquellos hechos o realidades que generan la desconfianza. Para ello resulta fundamental observar y analizar si la desconfianza se presenta desde posiciones de responsabilidad proactiva, si se acompaña de espacios, dinámicas, tiempos y fórmulas dirigidas a poner en marcha alternativas democráticas. Se trata de entender si la desconfianza se muestra pasiva o si por el contrario permite romper con el orden establecido en aquellos puntos en los que existe disconformidad, lejanía o rechazo y que dan origen a la desconfianza.
Las formas de desconfianza política creativa permiten que la respuesta de la ciudadanía vaya más allá de la simple muestra de apatía o disconformidad para reafirmar el protagonismo de esta ciudadanía en su oposición frente a aquello que critica y su aportación en la búsqueda de nuevas alternativas. Por eso resulta fundamental contar con canales que posibiliten este paso y es aquí donde podemos situar la importancia de la participación ciudadana (las diferentes formas de participación ciudadana) como vía para canalizar estas respuestas de desconfianza creativa a través de diferentes experiencias y desarrollos. Por lo tanto, el desafío no es tanto paliar la desconfianza, sino garantizar que la misma cuente con herramientas y canales que permitan su enfoque creativo y democrático.
Precisamente, en los últimos años y fundamentalmente desde el ámbito local, se han venido poniendo en marcha un sinfín de procesos de participación ciudadana. En primer lugar, desde las administraciones publicas se ha venido trabajando con el objetivo de de involucrar a la ciudadanía en la elaboración y gestión de las políticas públicas y de ofrecer a la ciudadanía “crítica y desconfiada” un espacio para desarrollar nuevas maneras democráticas y creativas de política.
Por otro lado, desde la sociedad civil, la propia ciudadanía viene ofreciendo un conjunto de respuestas que si bien surgen de esas actitudes de desconfianza, disconformidad, rechazo, etc. hacia la política, entendemos que tratan de articular respuestas alternativas, creativas y profundamente democráticas que nos alertan precisamente de la activación de estas formas positivas de desconfianza política a las que hacíamos alusión (entre los posibles ejemplos, además del caso del 15-M, tenemos en cuenta también las múltiples experiencias que a nivel local se han venido desarrollando en los últimos años).
En un análisis realizado recientemente hemos podido comprobar como precisamente los contextos de fuerte crítica y desconfianza hacia el sistema político, de déficits e insuficiencias democráticas, permiten articular dinámicas para el desarrollo de ese enfoque creativo de la desconfianza citado y avanzar así en la construcción de formas alternativas de política. Sin embargo, resulta importante destacar que en el actual contexto los análisis indican que las experiencias que dependen fuertemente de las instituciones sufren a menudo la presencia de ciudadanos/as con profundas actitudes de resignación, escepticismo, etc. que limitan las potencialidades creativas de su desconfianza. Ya no se trata de un escenario como el de la transición política en el que el propio contexto ofrecía una oportunidad para desarrollar actitudes de compromiso y militancia que enfatizaban la creatividad. Ahora, la propia participación y el surgimiento de todas estas iniciativas indican una cierta base creativa de la desconfianza que, sin embargo, presenta algunas limitaciones.
Por esta razón, resulta primordial el compromiso y la participación plena de la ciudadanía para la recuperación de la política, para el reconocimiento de su importancia en la construcción de más y más justos equilibrios de poder y para la profundización democrática. Y por esto también, sólo una participación ciudadana de calidad, basada en principios de transparencia, de igualdad de género, de reconocimiento de las diferencias, de impacto, etc. podrá ofrecer una vía para la profundización democrática frente a la política actual y las actitudes que de otra manera conducirán a la pasividad ciudadana y la falta de alternativas al actual sistema político.
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